viernes, 29 de noviembre de 2019

Ultimo Relato

Estoy parado al pie de una cama en una habitación de hospital, alguien cercano tuvo un accidente y vine en cuanto pude, pero no me animo a mirarlo, no es que sea muy impresionable, pero no sé porque, ahora no puedo alzar la vista. No sé ni cómo llegue acá, se ve que en la urgencia de la situación ni registré el viaje. Que terrible, pienso… es joven, no llega a los cuarenta, debe ser por eso que me afecta más, es imposible no sentirme identificado, son muchos los puntos en común. Se abre la puerta, es una enfermera… entra con cierta prisa, ni siquiera atinó a saludar. Chequea los signos vitales y con preocupación en el rostro se vuelve a ir. Yo miro para la ventana, entra un poco de luz natural por entre las cortinas… se vislumbra la copa de un árbol, me distraigo con esa imagen mientras suena el hipnótico pitido del monitor de ritmo cardiaco. Solo se interrumpe ese sonido cuando escucho llorar a una mujer del otro lado de la puerta. ¿Será alguien más preocupada por él? inmediatamente algunos pensamientos que preferiría evitar me invaden ¿qué pasaría si fuera yo quien está en esta situación y ese alguien llorando, del otro lado de la puerta, estuviera ahí por mí?. ¿Mi madre? ¿Mi mujer quizá? si estuviera peleando por mi vida ahora ¿tendría tiempo de pensar cual fue nuestra última charla? ¿Cuándo fue la última vez que visité a mi madre? Pienso y me cuesta recordarlo. ¿Le di un beso de despedida a mi mujer cuando salí al trabajo esta mañana? ¿O fue una de esas veces que era más importante irme rápido y no perder el tren? Me angustio pensando en eso, estoy seguro que le dije te amo y la bese en la frente antes de salir de casa, pero ella dormía así que no se enteró. Todo esto me genera la necesidad de escribirle, busco presuroso el celular en mis bolsillos y no lo encuentro, vuelvo a palpar cada bolsillo, con la misma suerte, se ve que en el apuro lo habré dejado en la oficina. Bueno la veré esta noche, me digo con cierto fastidio por tener que esperar. Ahí le diré lo que me gusta besarla por las mañanas mientras duerme, que ese es mi ritual de cada día antes de irme. Y sigo acá, sin verlo... tengo las manos apoyadas sobre el frio caño de la cama, me sostengo ahí mirando el suelo gastado de la habitación. Estas situaciones son cachetazos de realidad, uno que siempre anda corriendo de un lado para el otro por cosas que no lo ameritan, si tan solo nos diéramos cuenta, no? Caemos por un rato en esa suerte de discordancia de prioridades, cuando nos enfrentamos a circunstancias como las que estoy viviendo ahora. ¿Cuánto puede importarle a él ahora mismo la cotizacion del dolar? Sin embargo ayer, seguramente le preocupaba y mucho. Nos alejamos del eje, perdemos de vista lo que es importante realmente, damos por sentado que está ahí y que va a estar ahí por siempre, … pienso en mi hija ahora… Que anoche me enoje con ella cuando hizo un berrinche terrible a la hora de irse a dormir y le apague la luz sin siquiera darle un beso de buenas noches, ni contarle un cuento, ni decirle que la amo a pesar de que a veces me enojo. Ella es lo más importante en mi vida y no se lo dije, solo insulte al aire y me fui a ver televisión. Porque eso era lo importante para mi anoche, el capítulo de una serie… y otra vez, como perdemos el eje. No importa, esta noche la abrazaré fuerte cuando llegue y le diré todo esto, que la amo y que si me enojo por pavadas, es solo porque soy un tonto que en ocasiones no se da cuenta de lo importante. No tenemos el tiempo asegurado, ojala así fuera. Ojala tuviera la certeza de saber, poco o mucho, pero saber. Porque es evidente que necesitamos saberlo para no perder de vista que nuestro tiempo es finito, el de él ahora mismo pende de un hilo. ¿Habrá podido despedir a su mujer con un beso esta mañana? ¿Le habrá leído un cuento a su hija antes de irse a dormir? ¿O se fue enojado como yo, a ver la televisión? Y en un momento el ruido acompasado del monitor se convirtió en un continuo pitido, ese sonido escalofriante que nadie quiere oír. La habitación empieza a sentirse muy fría, las piernas se me debilitan. Sucedió el peor desenlace… con lágrimas en los ojos, tomo coraje y levanto lentamente la vista. Caigo rendido sobre mis rodillas al verme ahí recostado, inconsciente. Alguien entra a socorrerme, pero ya no hay vuelta atrás. Ahora sí reconozco el llanto desconsolado de mi mujer, quien esperaba en el pasillo del hospital. Era por mí, me digo abatido. La decepción me invade… no lo aproveché… si tan solo tuviera un día más… las abrazaría hasta perder la fuerza… como tendría que haberlo hecho anoche. Solo me consuela pensar, que quizá entre sueños, las dos hayan podido sentir cuando me fui esta mañana, que las bese y les dije “te amo… nos vemos a la noche”.